Los participios en -udo han estado presentes en la lengua española desde sus orígenes y existen en las demás lenguas romances. Algunos autores defienden que serían un provenzalismo (Blaylock 1972, Lausberg 1982), pero otros rechazan la imitación de un modelo foráneo galorrománico (Malkiel 1992, Harris-Northall 1996). Las lenguas romances en las que han desaparecido estos participios son el castellano y el portugués, debido a que las formas en -udo se comportaban con mucha más frecuencia como adjetivos plenos (sesudo) que como formas integradas en el paradigma verbal (ovo entendudo) (Pato y Felíu Arquiola 2005).
Casi todos los trabajos previos sobre los participios en -udo se han ocupado en analizar y explicar la pérdida de estas formas como consecuencia de la tendencia a la regularidad paradigmática (-udo> -ido). De este modo, estos participios se asimilaron a las formas más cercanas, los participios en -ido de la tercera conjugación, deshaciendo la homofonía (participio vs. adjetivo) y reservando el significado intensivo peyorativo para los adjetivos en -udo (Malkiel 1992). Esta desaparición se vio favorecida por la combinación de tres factores (Harris-Northall 1996): el creciente aislamiento y acentuación de la forma -udo, el aumento de la frecuencia en /i/ en inflexiones de la segunda y tercera conjugaciones, y la inestabilidad de la asignación a estas conjugaciones. También se ha entendido el siglo xiii como la conclusión de un proceso plurisecular de difusión léxica y social gradual de las formas innovadoras en -ido, marcado por el movimiento, la mezcla y el contacto de personas de sur a norte (Tuten 2010). El estudio de Pato y Felíu Arquiola (2005) se centra en la evolución medieval, la alternancia -udo/-ido y los predicados que permiten la formación de participios en -udo gracias a un corpus amplio (4778 casos). Los autores presentan las motivaciones formales (homofonía entre la morfología participial y el sufijo adjetivo -udo), semánticas (entre sufijos homófonos y nivelación) y sintácticas (especialización de los participios en -ido como formas verbales, frente al carácter adjetivo de los participios en -udo).
Todos estos trabajos han mostrado que las formas en -udo son propias del siglo xiii, pero su documentación llega hasta el siglo xvii, y que tenudo es la mayoritaria en los siglos xiii-xv (82 %, 70 % y 22 % respectivamente, según Pato y Felíu Arquiola 2005). La fórmula ser tenudo queda fosilizada como expresión legal hasta el xvii (Gorra 1898, Baist 1904, Malkiel 1992, Harris-Northall 1996, Pato y Felíu Arquiola 2005). Este último trabajo muestra también que las formas femeninas son menos frecuentes (18,64 %), que algunos verbos de la tercera conjugación crearon participios en -udo (esparzudo, recebudos), y que no hay registros de estas formas en verbos intransitivos puros o inergativos de la segunda conjugación (como correr, coger o toser). Además, la revisión de los contextos sintácticos muestra que los participios en -udo apenas se registran en la secuencia haber + participio, la única en la que podían intervenir los verbos inergativos.
Con todo, siguiendo a Pato y Felíu Arquiola (2005), la desaparición de los participios en -udo se explica por la analogía morfológica con los verbos de la tercera conjugación y los de la segunda que tomaban la desinencia -ido (como correr y coger), factores de orden sintáctico (combinación con el auxiliar ser y haber, y la concordancia obligatoria u opcional, respectivamente), así como por cuestiones léxico-semánticas. En relación a la concordancia, en el contexto sintáctico en el que esta era opcional (con haber) se emplean generalmente los participios en -ido (había vencido). En cambio, en aquellos contextos en los que la concordancia era obligatoria, se emplean ambos participios (plazo sabudo/sabido). De este modo, cuando presentan un comportamiento verbal, carecen de concordancia y forman parte de un tiempo compuesto, se prefieren las formas en -ido. Las formas en -udo, en cambio, se emplean en los casos de concordancia obligatoria, es decir cuando su comportamiento está más próximo al de los adjetivos. Además, hay que señalar que los participios en -udo de mayor uso a lo largo de la historia de la lengua proceden de verbos estativos (tener, saber, conocer), precisamente aquellos cuyo comportamiento está más próximo al adjetivo. Este cambio deshace el desajuste morfológico que representaba disponer de una única desinencia para dos significados: a una forma (-udo) le debía corresponder un solo significado (‘adjetivo posesivo intensivo con valor despectivo’). Las lenguas romances que mantienen la auxiliaridad con ser (el francés être, y el italiano essere) mantienen estos participios.
El mapa del AHE se ha obtenido a partir de las búsquedas de la siguiente secuencia:
a) *udo/uda/udos/udas
El fenómeno se registra desde el siglo xii hasta el xvi. Los primeros casos son del año 1162 (La Rioja) y el último de 1597 (Madrid). Las 395 formas documentadas, y su distribución por siglos, se refleja en la siguiente figura, donde se puede observar que en los siglos xiii (50,63 %, 200/395) y xiv (33,16 %, 131/395) hay una mayor frecuencia de empleo.

Figura 1: Número de casos por siglos
Para detallar la distribución geográfica que aparece reflejada en los mapas, dividimos los datos en áreas: Aragón, Navarra, Rioja, Galicia, León, Castilla, Extremadura y Andalucía.

Figura 2: Distribución geográfica por siglos
Los ejemplos registrados indican que, si bien se atestiguan en todas las áreas, los documentos castellanos, seguidos de los leoneses, potencian el uso y la conservación de los participios en -udo.
En cuanto al tipo de verbo, es tener el que se registra con mayor frecuencia (59,74 %, 236/395), seguido de conocer (30,12 %, 119/395), saber (3,29 %, 13/395), vender (1,26 %, 5/395) y otros predicados (con menos de 5 casos) como asconder, atrever, detener, entender, meter, perder, retener y vencer.
Como es sabido, cuanto más frecuente es una forma irregular, más suele resistirse a adoptar la solución general. Como quedó mencionado anteriormente, tenudo es usado especialmente en fórmulas del lenguaje jurídico. De hecho, aparece con mayor frecuencia en las Siete partidas, el Espéculo y el Fuero Juzgo que en las otras obras alfonsíes (Pato y Felíu Arquiola 2005).
Por tipo de registro, los participios en -udo aparecen con mayor incidencia en los documentos eclesiásticos (48,6%, 192/395), seguidos de los particulares (31,1 %, 123/395). Es interesante subrayar que solo en el siglo xiii es posible encontrarlos en todos los registros. Según Ariza (1998: 81-82), la fórmula conosçuda cosa sea, queda reservada desde 1260 para documentos de «altísima significación».
La figura 3 refleja los ámbitos de emisión, por siglos, y en ella vemos que los documentos particulares presentan valores más altos de empleo de las formas en -udo en el siglo xiv (14,4 %, 57/395), y que en los municipales y judiciales estas formas son muy escasas (3,2 % 13/395, en conjunto).

Figura 3: Número de casos según el ámbito de emisión
Para más detalles sobre el uso de los participios en -udo en época medieval (siglos xiii-xv) véase el trabajo de Pato y Felíu Arquiola (2005).
La colisión homofónica entre el sufijo -udo formador de participios y el sufijo -udo formador de adjetivos con carga semántica peyorativa provocó un reajuste en el sistema. Las formas participiales en -udo son propias de unos pocos verbos (especialmente tener, saber y conocer), justo aquellas que son más próximas a los adjetivos. Durante la época medieval hay una mayor frecuencia de las formas en -ido en contextos verbales (sin concordancia y en combinación con el verbo haber), frente al empleo de las otras formas en -udo en contextos donde su comportamiento era más próximo al de los adjetivos. Al ir desapareciendo el auxiliar ser de los tiempos compuestos (véase el mapa correspondiente), disminuye también el número de contextos en los que los participios presentaban concordancia de forma obligatoria, mientras que aumenta el número de contextos en los que era posible y luego obligatoria la ausencia de concordancia.
Ariza, Manuel (1998): “Fernando III y el castellano alfonsí”, en Estudios de Lingüística y Filología Españolas. Homenaje a Germán Colón. Madrid: Gredos, pp. 71-84.
Baist, Gottfried (1904): Die spanische Sprache. Gustav Gröber (ed.), Grundriss der romanischen Philologie, vol. 1. Estrasburgo: J. K. Trübner, pp. 878-915.
Blaylock, Curtis (1972): “The -udo participios in Old Spanish”, en Homenaje a Antonio Tovar (ofrecido por sus discípulos, colegas y amigos). Madrid: Gredos, pp. 75-79.
Gorra, Egidio (1898): Lingua e letteratura spagnuola delle origini. Milán: Ulrico Hoepli.
Harris-Northall, Ray (1996): “The Old Spanish Participle in -udo: Its Origin, Use, and Loss”. Hispanic Review 64: 31-56.
Lausberg, Heinrich (1982): Lingüística románica. 2, Morfología. Madrid: Gredos.
Malkiel, Yakov (1992): “La pérdida del participio en -udo”. Nueva Revista de Filología Hispánica 40: 11-28.
Pato, Enrique y Elena Felíu Arquiola (2005): “Alternancia de formas, nivelación e inferencia semántica: El caso de los participios en -udo del español medieval”. Revue de Linguistique Romane 69: 437-463.
Tuten, Donald (2010): “The loss of Spanish -udo participles as a problem of actuation”. Romance Philology64/2: 269-283.

