Desde los orígenes del castellano y a lo largo de toda la Edad Media la combinación de las formas de tercera persona de dativo y acusativo de los pronombres átonos eran, con raras excepciones, las amalgamas pronominales gelo, gela, gelos y gelas. Las formas alternativas que se registran, como la secuencia jo con el valor de ‘gelo’, o la alternancia les lo / gelo para distinguir el número del dativo, son muy minoritarias y apenas tienen continuidad.
Las formas tipo gelo proceden de la combinación de los pronombres latinos ĭlli-ĭllu(m) amalgamados en una sola palabra. La evolución que se acepta generalmente es que la vocal inicial del segundo pronombre se conservó, con lo cual *(ĭ)lli-ĭllu > [ʎjeʎo], con reducción a [ʎjelo] por disimilación de las palatales (cf. italiano glielo), y la combinación de la palatal inicial con la yod resultó en una fricativa palatal sonora [ʒ]: [ʎjelo] > [ʒelo]. No obstante, a finales de la Edad Media empezaron a aparecer casos de la combinación del tipo se lo en lugar de ge lo con dativos no concordados con el sujeto. Este uso novedoso aumentó su frecuencia hasta sustituir completamente a las formas con ge, de modo que se perdió la distinción entre dativos concordados con el sujeto, como en atóselo (a sí mismo) y concordados con otras entidades como en atógelo (a otro).
El cambio de la secuencia pronominal gelo a selo ha sido investigado en varios estudios, pero hasta la fecha ninguno de ellos se ha centrado en la cuestión del foco geográfico del cambio (para estados de la cuestión véase Klein 1972; Enrique-Arias 2005).
La mayoría de los intentos de explicación se han basado en factores fonéticos y relacionan el cambio de ge a se con los diferentes trueques de sibilantes que se dieron a lo largo de la historia del español antiguo. El problema es que el cambio de gelo a selo no encajaría dentro de la dirección general de estos trueques, en los que típicamente las apicales pasan a palatales y no hay cambios de sonoridad. También se ha propuesto que el cambio empezó en combinaciones del tipo dárgelo, dángelo a causa de la influencia del sonido [r] o [n] precedente, pero las motivaciones fonéticas defendidas en estos estudios son bastante problemáticas (cf. Klein 1972: 38-41). García (2003) propuso que el cambio de ge a se comenzó muy tempranamente, en el siglo XIII, y fue favorecido por la supuesta apócope pronominal de ge en casos como tóvogelo > tóvoslo, en los que la caída de la vocal daba lugar a un grupo impronunciable *[ʒlo] que se resolvía como [slo]. Pero los ejemplos que aporta son altamente problemáticos, ya sea por proceder de copias tardías, por estar tomados de ediciones que no son fiables, o porque la interpretación no reflexiva del dativo no está clara. También se ha tratado de relacionar el cambio con el ensordecimiento sistemático de las sibilantes del español clásico (se supone que la fricativa palatal sonora /ʒ/ > /ʃ/ y fue entonces reemplazada por /s/). Pero en ese caso habríamos tenido testimonios de xelo (pronunciado [ʃelo]) en los momentos iniciales del cambio, para lo que hasta el momento no se han aportado ejemplos fiables.
Ante las dificultades de explicar este cambio en términos puramente fonéticos algunos estudios han recurrido a un segundo factor: la analogía con el pronombre reflexivo se (Menéndez Pidal 1940: 254, Lapesa 1985: 397), pero este análisis también presenta problemas, pues la dirección del cambio gelo > selo es precisamente la contraria de la que cabría esperar si se tiene en cuenta la frecuencia textual relativa de las dos construcciones. Otros estudios han propuesto que ge fue reemplazado por el pronombre reflexivo se que ya existía en la lengua y no por una variante de ge condicionada fonéticamente (Klein 1972; Schmidely 1979). El principal argumento es que le (o su variante ge) y lo están conceptualmente demasiado cercanos y una combinación de los dos supone una carga para la capacidad de los hablantes para inferir su significado. Pero las explicaciones de este tipo se enfrentan al problema de explicar por qué la supuesta incompatibilidad de los dos pronombres no impidió que gelo sobreviviera durante tantos siglos, y el que estructuras semejantes continúen en los sistemas de pronombres átonos de numerosos dialectos romances: portugués peninsular, leonés, aragonés, francés, italiano y sardo (Brakel: 1979).
Finalmente, Enrique-Arias (2005) propuso una hipótesis basada en los principios universales que rigen la evolución fonética de las formas que se ven sometidas a un proceso de gramaticalización. Los afijos gramaticales son más vulnerables que los lexemas a procesos de erosión al expresar significados redundantes, ser átonos, y no poder aparecer en contextos enfáticos, por lo cual su pronunciación es más rápida. Por ello, los clíticos y los afijos gramaticales sufren erosión fonética y reducción cualitativa, es decir, suelen estas formados por segmentos no marcados universalmente, como los coronales. Esta reducción cualitativa explica por qué se dan frecuentes casos de homonimia en los sistemas flexivos de las lenguas del mundo. De acuerdo con esta hipótesis, el pronombre dativo se tendría su origen en una variante de ge en habla rápida de acuerdo con la tendencia universal a la pérdida de rasgos y reducción a posición coronal en elementos átonos con contenido gramatical.
El mapa del Atlas se ha obtenido a partir de búsquedas de las siguientes secuencias:
a) *gelo/*gela/*gelos/*gelas/*gele/*geles
b) ge lo/la/los/las/le/les
c) *selo/*sela/*selos/*selas/*seles
d) se lo/la/los/las/le/les
Durante la codificación se han descartado, aparte de los casos erróneos o no válidos, las ocurrencias de se impersonal o los casos en que se refiere a un objeto reflexivo o recíproco, seleccionando solo aquellas en las que ge o se tiene una interpretación de dativo no reflexivo.
El caso más antiguo de las amalgamas tipo gelo es un ejemplo de 1162 de La Rioja mientras que el ejemplo más tardío es de 1570 en Valladolid. El caso más temprano de selo con valor dativo no reflexivo es de Toledo y se registra en 1474.
En el CODEA los primeros ejemplos de selo con valor dativo no reflexivo se empiezan a registrar en el último cuarto del siglo XV en la zona centro-sur, pero son todavía escasos. En toda la segunda mitad del siglo XV tenemos ocho ejemplos, que vienen a constituir un 11,1% frente a los 64 de la forma tradicional con ge. Esos primeros ejemplos aparecen en las actuales provincias de Toledo (2), Guadalajara (4), Madrid y, el único que se sale de la zona centro-sur, en Álava, pero al tratarse de un documento cancilleresco es bastante probable que el escribano no sea de procedencia alavesa. Aparte del hecho de que la variante ensordecida xelo no se registra en el corpus, esta distribución de los primeros ejemplos no apunta a un foco norteño para el cambio, tal como se esperaría si estuviera relacionado con el ensordecimiento de las sibilantes, sino más bien a la reducción cualitativa y simplificación de paradigmas que esperaríamos en zonas de repoblación en las que se da una situación de contacto de dialectos.
La evolución observada de acuerdo con los datos del CODEA muestra la expansión rapidísima del cambio, en cuestión de un siglo, con una típica curva en forma de S (ver Figura 1):

Figura 1: Expansión de selo con valor no reflexivo que reemplaza a gelo
En lo que respecta a la distribución registral, si consideramos el periodo 1474-1570, en que coexisten la forma innovadora y la tradicional en el corpus, y comparamos los dos polos de formalidad (los documentos cancillerescos frente a los particulares) se aprecia claramente que el cambio progresa mucho más rápido en los textos más cercanos al vernáculo (ver la Figura 2). En efecto, para mediados del siglo XVI la forma gelo prácticamente ha desaparecido de los documentos particulares (7,7%) pero sigue siendo mayoritaria en los cancillerescos (60%).

Figura 2: Expansión de selo con valor no reflexivo que reemplaza a gelo
Menéndez Pidal (1940: 254) afirmó que la sustitución de selo por gelo empezó en el siglo XIV, pero no mencionó textos o ejemplos concretos. Enrique-Arias (2005) hizo búsquedas exhaustivas en 41 textos del corpus del Seminario de Estudios Medievales de Madison, 22 copiados en el siglo XIV y 19 en la primera mitad del XV, y tan solo localizó cuatro ejemplos de se dativo, pero ninguno de ellos en los textos del siglo XIV. Estos cuatro ejemplos contrastan con los 1294 casos del uso tradicional dativo ge. Los ejemplos datados más antiguos que se conocen son los aportados por Frago Gracia (1990), procedentes de las Actas Capitulares de Morón (Sevilla). La misma mano que emplea ge en más de dos docenas de casos, usa se en cuatro ocasiones: el ejemplo más antiguo en un documento de 1414, dos de un documento de 1419 y uno de 1422. Hasta que existan datos y análisis más detallados se puede concluir de modo preliminar que el cambio no comienza antes del siglo XV, que no tiene un origen norteño y que progresa más rápido en los documentos en comparación con los textos literarios.
El reemplazo de gelo por selo comienza en el último cuarto del siglo XV en la zona centro-sur de la península (Toledo, Madrid, Guadalajara) y se extiende muy rápidamente, de manera que para finales del siglo XVI el cambio se ha consumado completamente. Esta distribución no apunta a un foco norteño para el cambio, sino más bien a la reducción cualitativa y simplificación de paradigmas que esperaríamos en la situación de contacto de dialectos que se da en las zonas de repoblación.
Brakel, Arthur (1979): “The provenience and present status of Spanish selo”, Linguistics 17, 659-70
Enrique-Arias, Andrés (2005): “Using Universal Principles of Phonetic Qualitative Reduction in Grammaticalization to explain Old Spanish Shift from ge to se.” En: Michael Fortescue, Eva Jensen, Jens Mogensen, y Lene Schøsler (eds.), Historical Linguistics 2003, Amsterdam, John Benjamins, 103-114.
Frago Gracia, Juan (1990): “El cambio de ge lo a se lo en testimonios andaluces”, Anuario de Lingüística Hispánica, 6, 217-24.
García, Érica (2003): “La apócope de gelo y el valor de se en español moderno”, Neophilologische Mitteilungen, 104, 11-46.
Klein, Flora (1972): The Role of Meaning in Grammatical Change: the Shift from Old Spanish ge to se, Tesis doctoral, Columbia University.
Lapesa, Rafael (1985): Historia de la lengua española, Madrid, Gredos.
Menéndez Pidal, Ramón (1940): Manual de gramática histórica española, Madrid, Espasa-Calpe.
Schmidely, Jack (1978): “De ‘ge lo’ a ‘se lo’”, Cahiers de linguistique hispanique médiévale, 4, 63-70.